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ANÁLISIS Y OPINIÓN

Un año de CGT: Unidad y cosmovisiones

Por Maximiliano Arranz Madorrán, columnista de Mundo Gremial

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El movimiento obrero históricamente ha tenido diferentes tendencias, la mayoría del tiempo enfrentadas. Pero la unidad de concepción solía ser la regla, mientras las diferencias radicaban en la carencia de unidad en la acción. “Negociadores” y “combativos” siempre estuvieron en pugna por la forma de lograr los objetivos.

Hoy, en el primer aniversario de unificación de la CGT, pareciera existir una intermitente unidad de acción, al tiempo que conviven en un mismo edificio cosmovisiones opuestas.

La unidad de concepción es la columna vertebral de una construcción genuina, mientras que la ausencia de esta nos condena al simulacro.

Después del Confederal que eligió al triunviro actual para que conduzca los destinos de la Confederación General del Trabajo, la central sindical emitió un comunicado con los principales ejes para lograr “una Argentina para todos”. Dicho documento describe un plan de acción a implementar titulado “Volver al trabajo como gran ordenador social”. Sería un gran ejercicio analizar cuáles de los puntos planificados han sido desarrollados y ejecutados en el transcurso de los primeros 365 días, pero en esta ocasión prefiero enfocarme en el tema que me motiva: los dos “modus vivendi” que coexisten en Azopardo.

Uno es multipolar, aunque con un liderazgo claro. El otro es unipolar, pero omnipresente.
Uno es artífice de su propio destino. El otro desconoce cuál es su futuro hasta que lo encuentra.
Uno se basa en la idea de lo permanente. El otro todo lo diluye.

Obviamente, también están los que se posicionan de forma confusa. La paleta de grises, como en la vida misma, es muy amplia.

Es de vital importancia que el sindicalismo peronista recupere sus tradiciones. Con esto no me refiero al folklore, ni a lo viejo, ni a lo nuevo, sino a la idea de lo eterno.

El justicialismo no se limita a la redistribución de los bienes materiales. El justicialismo busca el mejoramiento del hombre argentino a partir de su elevación moral, mediante la práctica de las virtudes. Claro está, como decía Santo Tomás de Aquino, que “nadie puede practicar sus virtudes con la panza vacía”.

Por eso el sindicalismo debe garantizar “llenar la panza de los trabajadores”. Para que podamos practicar nuestras virtudes y, de esta manera, elevarnos moralmente para ser mejores como individuos y como pueblo; debemos lograr una adecuada distribución de los bienes materiales y espirituales de la nación.

Como dijo hace días la Vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner en el congreso de la Unión Obrera Metalúrgica: a los sindicalistas nos quieren discutiendo solo salarios, pero tenemos el derecho y el deber de discutir el modelo de país.

Solo la cosmovisión justicialista está en comunión con esta idea. Qué sencillo sería llevar adelante un plan de acción si, partiendo de los disensos, reflexionáramos en búsqueda de la verdad alcanzando genuinos consensos.

Claro que Roma nunca podría haber llegado a ningún consenso con Cartago.

Aprovecho la ocasión para reivindicar a los que siempre están del lado de los que luchan. Recuerdo los años 90 y el MTA. Mi reconocimiento a quienes después de casi 30 años siguen del mismo lado.

Carthago delenda est.

* Secretario adjunto de ASIMMCGT